No menos intensa que la ofensiva económica del sistema capitalista contra el antiguo bloque
socialista, que culminó con la destrucción de los regímenes comunistas del este de Europa,
fue y sigue siendo la propaganda ideológica del mismo capitalismo contra las ideas sicas
del marxismo. Se enfatizó especialmente el rechazo de conceptos como: lucha de clases,
conciencia de clase, sociedad clasista, estructura de clases, relaciones de clases...
Bueno, sabemos cuán importantes son esos elementos ideológicos en la explicación de la
historia humana por parte de K. Marks y F. Engels. A través de sus obras, tales como: El 18
B
ru
m
ario de
L
uis
B
onaparte
, L
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G
uerra
C
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pesina en
A
le
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ania, La Guerra Civil en Francia, La
R
evolución en
E
spa, etc
.,
estos teóricos científicos del
S
ocialis
m
o nos enseñaron a reconocer
y valorar la existencia del enfrenta
m
iento de clases en todos los á
m
bitos
,
en todos los conflictos
humanos, en cada convulsión social, en cada fermento cultural, en cada agitación popular...
Gracias a las obras de Marx, hemos aprendido que la lucha de clases es el motor de la
historia; que toda la historia de la humanidad es el desarrollo de una lucha de clases entre
las clases explotadoras y explotadas; que la historia de esa lucha de clases constituye un
proceso de desarrollo; que la gente se posicione políticamente según sus intereses de clase;
que tanto el sistema de producción como las esferas cultural, jurídica, política e ideológica de
toda sociedad son un arreglo de las clases dominantes en cuestión para mantener su papel
dirigente y dominante en favor de sus intereses de clase; que la tecnología y el carácter de
las relaciones de clases sociales constituyen la estructura básica del proceso histórico...
Si ese conocimiento fuera sólo académicamente neutral e ineficaz, no merecería la atención
de los círculos ideológicos y propagandísticos del sistema. Pero sucede que nosotros, los
comunistas, pretendemos aplicar ese conocimiento para cambiar el mundo, derrocar el
sistema y construir una sociedad justa, sin clases, sin explotación entre la gente. Y
pretendemos lograr ese objetivo a través de la propia lucha de clases, actuando dentro de
ella como un factor subjetivo. Y aún más importante, en realidad algunos marxistas lograron
cierto éxito en ese empeño: Lenin, Mao, Castro, etc., demostrando que la teoría marxista es
una herramienta eficaz en su aplicación contra el poder capitalista, construyendo alternativas
y despertando la esperanza de las clases y pueblos oprimidos.
A
sí que para los capitalistas no basta con destruir los regí
m
enes resultantes de las victorias revo
-
lucionarias
:
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m
bn quieren destruir las raíces ideológicas de esas revoluciones y de esos re
m
e
-
nes comunistas. En este contexto, se puede explicar claramente la intensa propaganda con
-
temporánea contra la teoría y las ideas de Karl Marx. Toda la prensa del sistema "vende"
ahora la idea de que los marxistas son ridículos en estos momentos. Y entre las teorías
marxistas, una ataca especialmente -como se dijo- contra el concepto de lucha de clases.
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os servidores intelectuales del siste
m
a están tratando de reescribir la historia de tal
m
anera que
,
en ella, la lucha de clases no juegue el importante papel que le atribuye el marxismo. Preten-
den reinterpretar el funcionamiento social sin la intervención, incluso sin mención alguna, de
la realidad de clase y la estructura de clases de la sociedad. Según la propagada ideológica
por esos señores, bien pagados por el sistema, el Estado es neutral y está por encima de
todos los entes sociales, la ley es elaboración de todos para su aplicación por parte de todos,
la democracia es el sistema dentro del cual todos tienen los mismos derechos...
Mientras tanto, ni una sola palabra sobre los privilegios económicos de unas clases sobre
otras. La propia expresión clase social apenas es mencionada en los medios de
comunicación, y menos aún el término lucha de clases. Si se trata de las fuerzas opuestas:
comunismo y capitalismo, preferiblemente en esos ámbitos ambas palabras se reemplazan
por las dos siguientes: totalitarismo y democracia; y así el contenido de clase implícito en
las palabras comunismo y capitalismo desaparece y es ignorado. Así, el comunismo se
define (con el fin de desacreditarlo) según una sola de sus características, el totalitarismo,
que no le es esencial, sino sólo accidental como resultado de las circunstancias históricas y
geográficas de las revoluciones victoriosas. Mientras tanto, el capitalismo, en el que no han
faltado ni faltan regímenes totalitarios, se define (a efectos de elogio) por una abstracción:
democracia, que no tiene una feliz concreción en ningún rincón del mundo capitalista.
P
ero he aquí que ese exiliado
,
la lucha de clases
,
que ade
m
ás no existe (según la doctrina de
esos señores), se presenta ahora tozuda y obscenamente, ante nuestros ojos en el conflicto
político que surgió en Rusia. Este artículo fue escrito durante los días en que en Moscú el
Parlamento, cancelado según el decreto ilegal del presidente Yeltsin, resiste contra tal
injusticia. Independientemente de cómo se desarrolle finalmente esta cuestión, ahora ha
surgido una situación interesante que quiero abordar para mostrar cómo se posicionan todos
los involucrados en este conflicto (tanto los partidarios de Yeltsin como los simpatizantes del
Parlamento). de acuerdo con las exigencias de la respectiva conciencia de clase, del interés
de clase, en una palabra, de esa existencia de lucha de clases que se intentaba negar.
Q
uienes enjuician esta
m
ateria no sentencian fría
m
ente
,
sen el intes neutral de la abstracción
de
m
ocracia
. T
odos
,
tanto nosotros co
m
o nuestros enemigos, nos posicionamos apasionada-
mente según el sentimiento correspondiente y según las exigencias de los respectivos
intereses de clase. El edificio del parlamento y los parlamentarios ahora asediados por las
fuerzas policiales, por orden de Yeltsin, son los mismos que, hace poco más de dos años,
fueron asediados por las fuerzas militares golpistas a favor de la restauración del poder
comunista soviético. En aquella ocasión, Yeltsin movilizó a una multitud considerablemente
numerosa a favor de ese Parlamento, que se opuso a la acción de los golpistas, y finalmente
logró abortar su intención
. S
egún la doctrina oficial del capitalismo -¡perdón!, de la de
m
ocracia
-,
aquella valiente multitud se movilizó a favor de la democracia. Sin embargo, hoy, cuando la
misma democracia exige la defensa del mismo Parlamento contra otro tipo de golpistas, esa
multitud permanece cómodamente en casa, y parte de ella incluso se manifestó en apoyo al
actual golpista
Y
eltsin
. S
i la democracia fuera la verdadera
m
otivación
,
ellos y
Y
eltsin estarían siendo
m
uy incoherentes
. S
in e
m
bargo nosotros
,
los
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arxistas
,
sabe
m
os que son
m
uy coherentes
,
que
tanto en agosto de
1991
co
m
o en septiembre de
1993
estas capas de la población rusa actuaron
y actúan no a favor de la democracia, sino a favor de la destrucción de las estructuras del
régi
m
en co
m
unista y retorno al capitalis
m
o
.
P
or eso
,
en a
m
bos casos cuentan con el apoyo de los
gobiernos de los países occidentales
. T
odos ellos son
m
uy coherentes con su interés de clase
;
todos ellos actúan lógicamente dentro de las premisas de esa lucha de clases que (según
ellos
)
no existe
. S
i sus intereses de clase coinciden con los de la de
m
ocracia
,
co
m
o ocurrió en
agosto de
1991
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ucho mejor
! P
ero si no coincide
,
co
m
o ocurre ahora
,
no i
m
porta
:
se construye
una nueva teoría que justifica la acción y demuestra que fue necesaria según los intereses
más altos de la misma democracia. Hoy mismo (28 de septiembre) un importante periódico
de mi país publica un artículo destinado a justificar la acción de Yeltsin. Entre los argumentos
esgrimidos, sin duda el de más peso es que la constitución violada por Yeltsin era tan
imperfecta que ni siquiera consideraba la posibilidad de adelantar la fecha de las elecciones.
No si el autor de ese artículo recuerda que la constitución estadounidense, que está
siendo respetada desde hace más de dos siglos, es igualmente rígida a ese respecto. En
ese país, como es sabido, las elecciones siempre se celebran, según la Constitución, en una
fecha determinada que no se puede cambiar. ¿Afirma el autor de ese artículo que autoriza al
Presidente estadounidense a cancelar el Parlamento y la Constitución? Pienso que eso es lo
que haría (coherente con su posicionamiento de clase) si el Parlamento americano fuera un
obstáculo para el funcionamiento del capitalismo en ese país. En resumen: para los teóricos
del sistema, todo lo que contribuya a la restauración, fortalecimiento y preservación del
capitalismo es bueno, democrático y muy loable. Por contra, es perverso, totalitario”,
antidemocrático todo lo que pueda poner en peligro el poder burgués.
Sin duda, nosotros, los comunistas, somos igualmente coherentes en lo que respecta a
nuestro posicionamiento de clase, aunque mantenemos contradicciones en relación con la
democracia. En España, durante los cuarenta años de dictadura de F. Franco, los
comunistas eran la principal fuerza que luchaba por la democracia.
Mientras tanto, los
regímenes comunistas entonces existentes eran sistemas de un solo partido, sin los
derechos democráticos de la libertad de prensa y el pluralismo político. Pero nunca hicimos
una bandera de la democracia y sus aspectos formales (externos). En nuestra escala de
valores, con prioridad sobre la democracia y sobre otros valores más o menos formales, se
encuentran en primer lugar los intereses de las clases explotadas del mundo. Apreciamos los
logros democráticos de los pueblos y aspiramos a profundizar en el progreso de los derechos
democráticos hasta la victoria completa del comunismo, que será también la victoria
completa de la democracia. Pero en los casos concretos, bastante comunes en nuestra
desgraciada época, cuando se da una contradicción entre los intereses de clase de los
oprimidos del mundo y los aspectos formales de la democracia, no dudamos -y estamos muy
orgullosos- en poner por delante la defensa de los esclavos y de los hambrientos de la tierra,
a todas las formalidades más o menos democráticas. No hay motivo para avergonzarse de
tal elección nuestra. ¿Podrá alguna vez el aparato ideológico de las clases explotadoras
reconocer con la misma sinceridad que también esas clases actúan según su propio interés,
le convenga o no a la democracia? Creo que no. Creo que su literatura y sus voces nunca lo
admitirán. Sin embargo, su acción y su comportamiento gritan clara y fuertementge, a su
pesar, que A PESAR DE TODO, MARKS TENÍA RAZÓN SOBRE LA LUCHA DE CLASES.
Faustino Castaño Vallina
G
ijón
,
finales de
S
eptie
m
bre de 1993